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LA DEBACLE DEL PRI.


LORENZO REYES MAR
10 de Julio del 2006.



“Los ciudadanos mexicanos votaron en forma dividida, durante las elecciones efectuadas el pasado 2 de Julio, el PAN ganó 16 estados (Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Colima, Chihuahua, Durango, Guanajuato, Jalisco, Nuevo León, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora Tamaulipas y Yucatán).

El PRD 15 estados (Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Nayarit, Oaxaca, Quintana Roo, Tabasco, Tlaxcala, Veracruz, Zacatecas) y el Distrito Federal.

Hay una nueva distribución geográfica de los votos que sustituye lo que hubo hasta el 2003: los formatos de partido se mueven de dos sistemas de bipartidismo, entre PRI y PRD y entre PRI y PAN, con una franja de multipartidismo, hacia un nuevo bipartidismo entre PRD y PAN, cuya distribución territorial apunta a un norte y occidente blanquiazul, y el centro y sur amarillo. El PRI pasa a ocupar el tercer lugar con un nuevo tamaño de 20%”.

El PRI es el gran perdedor de la elección presidencial del 2006.Es obvio que tendrá que reinventarse a partir de sus cuadros más jóvenes, donde hasta el nombre tendrá que cambiar porque como marca ya no funciona.Después de 2000, el PRI logró recuperarse de manera asombrosa, aun contra los pronósticos de algunos dirigentes y militantes que pensaban que ya no había remedio y que ahí comenzaba la debacle electoral.

Sin embargo, pese a ese fatalismo, desde los primeros meses del gobierno foxista llegó la decepción hacia el nuevo régimen y el PRI supo volver a ganar la confianza de la gente.

Así triunfó en la mayoría de las elecciones locales y se consolidó como la primera fuerza en el Congreso, obteniendo un éxito contundente en 2003, a pesar de la feroz campaña gubernamental en su contra.

Fue creciendo el entusiasmo y los ánimos priístas se levantaron con la idea de que en 2006 se podría recuperar Los Pinos. El problema surgió cuando los protagonismos y las ambiciones personales se pusieron por delante de los intereses partidistas.

Las fracturas, sobre todo, en las cúpulas fueron evidentes y nadie tuvo la visión ni el liderazgo para detenerlas.

Roberto Madrazo, quien se erigió en un líder que de manera natural aspiró a la candidatura presidencial, se vio envuelto en el laberinto priísta que le permitió lograr su objetivo, pero en medio de escándalos y descalificaciones.

Un factor fundamental que contribuyó al enrarecimiento político en el PRI, fue la aparición del TUCOM.

En una extraña alianza de intereses personales, ese grupo se proclamó como una suerte de notables, alimentando la división y manipulando ostensiblemente recursos públicos.

Hicieron campañas fuera de toda proporción y de las instituciones, con el único objetivo de apoderarse de la candidatura, y, por si fuera poco, quien resultó su abanderado tuvo que renunciar a sus pretensiones y con ello también sepultar a su grupo, debido a un escándalo que hasta ahora sigue sin aclararse.

A esos hechos que representaron duros golpes para el PRI, hay que agregar la aprobación de leyes muy cuestionadas que supuestamente favorecerían a Madrazo, la escisión en la dirigencia nacional, los problemas en que se involucró el gobernador de Puebla y un reparto de candidaturas que no dejó satisfecho a nadie.

Fueron demasiados frentes abiertos en un lapso muy breve que el partido no supo ni pudo procesar adecuadamente.

Y, como hace seis años, se cometieron graves equivocaciones en la campaña. Se apostó en exceso a la propaganda mediática, la estrategia fue confusa y errática; no se percibió una oferta articulada y convincente que, en muchos casos, se perdía en lo anecdótico, pese al esfuerzo de Roberto Madrazo.

Sobre todo, faltó el compromiso decidido de organizaciones y gobernantes emanados del partido.

Todo ello, condujo a la más inusitada y grave derrota de la historia del PRI. La radicalización de los otros candidatos llevó irremediablemente a la polarización y fractura de la sociedad, en la que pareciera que operaron con eficacia el voto del miedo y el castigo.

Sin embargo, el PRI sigue representando a un sector importante de los mexicanos, con los cuales hay un compromiso y a quienes no se puede ignorar. Por eso, se debe recuperar la experiencia y entender que ya no hay lugar para los arreglos cupulares, ni para el reparto de lo que queda del partido como si fuera un botín.

Para ser una opción vigente, el PRI tiene que recuperar sus raíces populares; por ahora, deberá asumir su responsabilidad de oposición en un Congreso que no tendrá mayoría y trabajar junto a otros grupos gravemente confrontados.

Los legisladores priístas deberán leer con cuidado lo ocurrido y discutir juntos el camino correcto a seguir en el papel estratégico que aún tienen.

Deberán definir cómo cuidar a las instituciones que se construyeron, para que no terminen de ser totalmente destruidas por el capricho, terquedad e insensibilidad de la tecnocracia y tener claridad frente a las reformas que hacen falta.
Si algo debe quedar de esta experiencia, es que el PRI no supo negociar con el gobierno foxista; le faltó audacia para continuar como el gran transformador que fue.

Por eso, hoy no puede darse el lujo de seguir siendo parte del juego perverso que llevó al país al inmovilismo en este sexenio.

Habrá que tomar una posición contundente respecto a reformas que no pueden esperar, como la energética, que sin ceder la soberanía y el control del Estado, permita recuperar la competitividad; o resolver la crítica situación de las pensiones.

De igual forma, tendrá que darle salida a una nueva reforma electoral, que impida que vuelva a haber inequidad, como la que vivimos en este año y, en especial, que evite a la sociedad seguir fracturándose.

Por eso, es indispensable emprender una verdadera transformación del PRI, que sin perder el sentido de su origen, sea capaz de volver a convocar y organizar a la gente, en especial a los jóvenes y las mujeres, en torno a un proyecto de país con una oferta moderna, con liderazgos frescos, con una adecuada combinación de la experiencia, los nuevos cuadros priístas y la sociedad.
Tiene que ser un partido que entienda su papel en la coyuntura actual, para negociar de manera inteligente con las otras opciones y seguir siendo el garante de la gobernabilidad.

La renovación del PRI atraviesa por la revisión profunda de sus mecanismos para resolver las diferencias internas, pero sobre todo que con su fuerza y capacidad enarbole y encauce las demandas de la sociedad, con una visión de presente y futuro, con puertas abiertas a todas las corrientes que han estado contenidas y que luchan por un país en donde imperen de verdad, como lo señala su lema, la democracia y la justicia social.

Tiene que ser un partido que se coloque en el centro del espectro político, que como las organizaciones modernas se despoje de atavismos y se solidarice con la gente, se comprometa con la democracia, la soberanía y una economía que vuelva a crear oportunidades para todos.

Según el vocero del PRI Nacional, Carlos Flores Rico, cerca de dos millones de simpatizantes del organismo político repartieron su "voto útil" entre el PAN y el PRD, y confió en que regresen en los próximos procesos electorales.
Agregó que según estimaciones en la pasada jornada electoral también se perdieron por lo menos un millón más de votos de quienes prefirieron entrar a la "polarización de los otros partidos".
Sin embargo planteó que con todo y lo mal que le fue al tricolor el domingo pasado, obtuvo más de nueve millones de votos.
Esa cantidad de mexicanos que aún confía en el PRI será motor para recuperar los espacios y la fuerza que se perdió el 2 de julio, dijo.
La vigencia del PRI ya no depende sólo de la voluntad de la dirigencia o de los gobernantes que han salido de sus filas. Ya no es suficiente plantear una reforma cosmética, para seguir siendo sólo oposición, porque eso necesariamente lo conduciría cada vez a más fracturas y finalmente a su extinción.

Por eso, ahora que por segunda vez no gana la elección presidencial y ha perdido espacios importantes en el Congreso, habrá que asumir el papel que los ciudadanos le han dado y aprender de sus errores.

Es tiempo de darle vuelta a la página, de ver hacia delante y de que cada quien asuma la responsabilidad que le corresponde y comenzar una nueva etapa.

En Veracruz se espera que el Gobernador del Estado. Lic. Fidel Herrera Beltrán se decida a hacer cambios importantes en la dirigencia estatal del Partido, para iniciar la reestructuración tan necesaria con miras a las elecciones locales del próximo año 2007.

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